martes, 9 de junio de 2020

Regresando a la Ciudad de Cusco

Conocer a Machu Picchu, más que una experiencia también fue un aprendizaje, aprendimos no solo sobre la increíble civilización inca, sobre su arquitectura, ingeniería, astronomía, su sabiduría e inteligencia, sino que Jenni y yo aprendimos más sobre los dos. Aprendimos que hasta sin agua podíamos llegar a la cima de cualquier montaña, que podíamos caminar cualquier distancia con tal de alcanzar un sueño, y que los dos juntos dándonos motivación, podíamos romper cualquier barrera.


El límite son las estrellas


En el viaje de vuelta, como les mencioné en un post anterior, íbamos a comprobar que habíamos crecido como mochileros y uno de los trucos que habíamos aprendido en los viajes nos iba ser de mucha ayuda. Jenni y yo veníamos adelante de nuevo en el colectivo, ya había caído la noche, hacía mucho frío y de repente escuchamos unos gritos en la parte de atrás. Nos giramos a mirar y vimos una señora desmayada y la señora que la acompañaba le daba palmadas en la cara y la llamaba para hacerla recobrar el sentido, parecía ser que la altura la tenía perjudicada. El colectivo se detuvo y algunos pasajeros nos bajamos para intentar ayudar, sacamos a la señora para ver si recibía algo de aire y por suerte Jenni y yo veníamos preparados con el alcohol para el viaje, nos acercamos y le dijimos a la señora que era un buen antídoto para el mal de altura. Empezamos a darle a inhalar el alcohol con algodón y poco a poco fue recobrando el sentido, le pusimos mi chaqueta para que tal vez el frío no la pusiera peor y les ofrecimos los asientos nuestros de adelante. Ayudamos a la señora a subirse de nuevo en el colectivo, le abrimos la ventana y Jenni y yo tomamos nuestros puestos en la parte de atrás. Aún quedaba un buen trayecto para llegar a la Ciudad de Cusco de nuevo, pero pudimos ver a la señora por el resto del viaje durmiendo tranquila recibiendo el aire pero eso sí...el colectivo se sentía como un congelador, pero al menos tenía mi gorro y mi bufanda de Alpaca.


Intentemos siempre ayudar, nunca se sabe quien lo pueda necesitar


En llegar a la Ciudad de Cusco, era casí la media noche, las señoras nos dieron las gracias por la colaboración y cada quien cogió su rumbo, teníamos la sensación de que por lo menos no fue algo peor y que por suerte pudimos ser de ayuda. Jenni y yo andábamos con sueño, con frío y con mucha hambre. Así que nos fuimos a comer Mc Donalds, era una hamburguesa bien merecida, y una experiencia más.


Jenni con hambre

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