viernes, 26 de junio de 2020

Potosi, Bolivia. El frío de los Andes!

En Rurrenabaque pasamos una semana, fue una experiencia realmente linda, eso si, para nuestros lectores que estén pensando en ir a este maravilloso lugar en el futuro...prepárense para el calor! 
Ya que todos los caminos llevan a La Paz, allí llegamos de nuevo, por supuesto ya pensando en la próxima travesía. Descansamos esa noche en La Paz, en un hostal que ya conocíamos cerca a la terminal y al otro día ya iríamos en busca de una nueva aventura.

La verdadera felicidad no está en ver otras tierras, sino en ver con otros ojos

Pasamos el día en la gran ciudad, caminamos, almorzamos, conocimos, nos relajamos, pero ya era hora de emprender la odisea. 
Queríamos llegar hasta el salar de Uyuni en el suroeste de Bolivia, el salar mas grande del mundo, un conjunto de lagos pre históricos que se secaron dejando su legado de sal en el gran altiplano andino. Antes de conocer a Uyuni, queríamos ir a Potosí, una ciudad con una gran historia.
Lo que no sabíamos es que nos esperaba una de las pruebas más difíciles que habíamos enfrentado hasta ese momento. El viaje era de unas 9 horas, para Jenni y para mi esto ya no era nada del otro mundo, por eso nunca imaginamos lo que nos esperaba.
El bus salió sobre las 9 de la noche, no era un bus lujoso pero tampoco pensamos que era como el gallinero que nos transportó a Rurrenabaque. Mientras esperábamos para subir al bus, notábamos que los pasajeros iban muy bien preparados para el frío, chaquetas, cobijas, almohadas...Jenni y yo estábamos en camiseta pues había hecho calor ese día, sin prestarle mucha atención a esto decidimos llevar con nosotros una bolsa de dormir por si acaso, las chaquetas, y poco más.
El viaje comenzó normal, ya caía la noche y también nos comenzaba a dar sueño, sin embargo Jenni y yo íbamos tranquilos disfrutando de la noche estrellada. La noche ya se tornaba fresca y nos fijamos que en cada parada que hacía el bus, todos los nuevos pasajeros que abordaban cargaban cobijas gruesas, de lana e iban muy bien abrigados, Jenni y yo nos mirábamos un poco intrigados pero asumimos que era algo cultural.
A medida que transcurría el viaje, se hacía más tarde y también más fría la noche, era como si el aire acondicionado estuviera encendido, sentíamos el aire entrando como si alguna ventana estuviera abierta, pero teníamos fe que era solo cuestión de tiempo que parara. El frió nunca se detuvo y Jenni y yo ya estábamos titiritando de frío, intentábamos abrigarnos lo que más pudiéramos pero el helaje era penetrante e intenso y no encontrábamos manera de calentarnos. Llevábamos unas tres horas sobrellevando el frío casi polar, cuando el bus se detuvo a las tres de la madrugada para hacer una parada. Nos bajamos y había una cafetería justo en frente, donde estaban vendiendo bebidas y alimentos calientes, pedimos bebidas para calentarnos pero yo le dije a Jenni, "ya vengo. no deje ir el bus sin mi!".




- (Jenni) Resulta que me baje del bus a la cafetería con un frío que no creo haber sentido ni en mis días que viví en Europa. Tenía unas ganas de tomarme una aromática pero solo vendían te de coca por lo que pedí 2, mientras me los servían pedí prestado el baño... Cuando pase al famoso baño oh por Dios! era nada menos y nada más que una letrina, sinceramente me quede paralizada, menos mal iba con ganas del numero 1 y solo rezaba que de ese hueco no me fuera a salir una rata o algo peor!! cuando salí Stewart no había aparecido aún y el señor del bus ya se había subido y estaba empezando arrancar y empecé como loca a gritar amoooorrr y nada... Bebeeee y nada... Stewaaaaart y ahí si apareció el niño (Hombres, al parecer solo entienden a las malas) cuando vi que venía con algo en la mano no sabía que era, hasta que me dijo: amor! compré una cobijita jaa no creo haberme sentido más feliz en ese momento.

 Lo primero que hice fue pedirle el favor al conductor para bajar la otra bolsa de dormir, luego me fui preguntando a las pocas personas que habían cerca que donde podía encontrar una cobija, hasta que por fin me señalaron un sitio a unas dos cuadras que tenía la luz encendida, me fui corriendo y allí tenían cobijas para vender, sentí que me volvió el alma al cuerpo pero el dinero que cargaba solo me alcanzaba para una.
En retornar, el bus ya tenía el motor encendido y esperaba para continuar con su rumbo, Jenni me apuraba que ya iba arrancar, subimos al bus, nos organizamos y esta vez con un poco más de tranquilidad. 
El frío seguía igual de gélido, ya habíamos agotado todos los recursos disponibles para calorearnos, y en una última medida de desespero le dije a Jenni que se sentara en mis piernas, nos abrazamos, nos tapamos con las bolsas de dormir, la cobija y así logramos dormirnos. Nuestros pies quedaron por fuera, el bus llegó a Potosi sobre las 6 de la mañana y nosotros con los pies casi que congelados, hacía un día muy bonito, pero yo de una forma sarcástica  le dije a Jenni "Ojo nos sale un Oso polar de por ahí!" pues creímos que habíamos llegado a la Antártida, el frío era glacial!

La cobija que nos salvó la vida

1 comentario:

  1. Virgen santa!que tragedias! Pobrecitos mios, a Dios gracias fueron solo unas horas. Un buen dato para tener en cuenta,cuando la vida nos regale la oportunidad de ir por esos lados 😊
















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